
El traje del huixteco
Carlota Malpelli Mozzi
Teresa Castelló Yturbide (Pascuala Corona)
Es indudable que el traje de los hombres tzotziles de Huistán es uno de los más insólitos de toda la República Mexicana. Recuerda los trajes de los ángeles barrocos del siglo XVI.
De hecho, la leyenda cuenta que fueron inspirados por la imagen de San Miguel Arcángel, venerada en la iglesia del pueblo.
La camisa, de algodón blanco, se compone de dos lienzos de 45 centímetros de ancho cada uno, unidos en la espalda por un hilván de hilo azul añil y sueltos en los costados; en el pecho, la costura empieza a 35 centímetros del hombro. Los lienzos miden 77 centímetros de largo en la parte delantera y 81 en la parte dorsal. La magna es un rectángulo de 29 por 36 centímetros, doblado a la mitad. Una tira de 10 centímetros de largo recoge, con muchos pliegues, la tela alrededor de la nuca, para formar el cuello; está pespuntada en azul, y una costura igual, sobre una pequeña alforza marca el hombro.
La camisa esta guarnecida con bordaditos, de hilo generalmente azul en raras veces rosa, a lo largo de las costuras de los hombros y pecho. Representan las cruces con guías de calabaza, que los histecos llaman "uñas de calabaza" y en su idioma, icakmail.
El calzón, de algodón blanco, está formado de cuatro lienzos cosidos juntos, sin entrepierna. Cada pierna es tan ancha que llega a medir 1.56 ce circunferencia, por 0.80 de largo. Los hombres cogen la costura del costado y con mucho cuidado van plegando la tela de abajo hacia arriba; luego repiten la misma maniobra con la costura del lado de adentro, y acto seguido prosiguen con la otra pierna. Luego acomodan bien los pliegues y los sujetan debajo del cordón de la jareta, que es largo y da dos vueltas alrededor del talle. Toda la tela que sobra cuelga por delante y sirve como bolsa.
A primera vista, es difícil adivina el corte de esta prenda, que los ladinos llamán "calzón pañal" y en efecto, se parece a un pañal de niño, ya que deja descubierto la ingle.
La faja roja, de 51 centímetros de ancho por 4.60 centímetros de largo, con hilos blancos en la urdimbre, se pone encima del calzón, como adorno; de dos vueltas a la cintura y forma un asa en los costados; las puntas cuelgan a un lado y rebasan los pliegues del calzón.
Siempre he pensado que si nuestra civilización desapareciera, dejando entre los pojos restos un traje huisteco, nuestros descendientes tendrían una curiosa idea del hombre del siglo XX, pues lo imaginarían con un cuello de 10 centímetros de circunferencia y unas caderas de tres metros.
Completando la singularidad del conjunto está el sombrero, que también tiene una forma muy peculiar: el ala es plana, a veces bordada de estambre en la parte de abajo; la copa, chica y baja, se adorma con una cinta de lana roja, que en ocasiones es muy larga.
Los hombres llevan el sombrero inclinado sobre una ceja; con una tira roja de cuero o con un cordón de piel trenzada.
Además de las redes burdas, comunies a todos los indígenas de la región, los huistecos utilizan otras muy finas, de 20 centímetros de ancho por 10 de largo, con bordados de animalitos y grecas de colores.
Los chamarros propios del grupo no son tejidos en Histán, sino que vienen de Chamula: son de lana negra con rayas blancas y miden dos metreos por ochenta centímetros; no tienen escote y los hombres se envuelven detro de él como en una capa. Cuando no necesitan la prenda, la cuelgan sobre el hombro. Las mujeres tejen sólo chamarros blancos cortos y burdos, con abertura para la cabeza, destinados a sus muchachos.
Los "caites" que se usan sólo en las fiestas, tienen 7 suelas de cuero y talonera de 25 centímetros de alto; comésta es rígida y el cuero áspero, los huistecos llevan cicatrices del roce en la pantorrilla. Una correa atraviesa la suela entre el dedo gordo y el segundo dedo del pie, pasa, a 17 centímetros de altura, pod dos agujeros en la talonera; de tres vueltas alrededor de ésta y de la canilla, y se amarra con un nudo.
Hasta los 18 años, los varones visten únicamente una camisa, larga como túnica y abierta en los costados; se sujeta al talle con una faja roja con rayas blancas, como la de los adultos. Las costuras de la prenda están hechas con hilvanes, tanto de algodón como de estambre rojo. Si ven alguan persona extraña, los adolescentes cogen el faldón de atrás y lo pasan entre las piernas, como para imitar el calzón paterno.
El Traje Indígena en México
tomo II, Instituto Nacional de Antropología e Historia, primera edicion
1968, México D.F.






Cambio y continuidad
Walter F. Morris Jr.
Guía Textil de los altos de Chiapas
Asociación Cultural Na Bolom, 2009
Más adelante de Oxchuc, en el pueblo tzeltal de Abasolo, no habían aparecido señales del brocado ni del bordado sino hasta muy recientemente. La blusa antigua de Abasolo se ribeteaba sencillamente con listones. Ahora las mujeres están adoptando una blusa con un escote redondo y ancho, rodeado por una tira de bordado en punto de cruz y de encaje de adorno. La blusa define lo que podría llamarse el “estilo de los alrededores tzeltales”, que se usa en una inmensa área del norte y del este de Chiapas. Mientras que la mayoría de las mujeres de Abasolo están aprendiendo patrones en punto de cruz de sus vecinas tzeltales del norte, algunas también están estudiando el estilo diferente de sus vecinos tzotziles en Huixtán. Actualmente están inmersas en un diálogo más amplio de la moda, ya que, en un sentido, el traje de Huixtán es una respuesta clara al “estilo de los alrededores tzeltales”, y es interesante observar la manera en que ha evolucionado.
Al principio, la indumentaria del hombre de Huixtán era tan exagerada que había perdido en belleza. En 1975, el atuendo sencillo se había convertido en un enorme despliegue de tela: los pantalones se habían ensanchado un metro por pierna, la faja roja medía cinco metros de largo por un metro de ancho, y el bolso de red estaba tejido de manera tan apretada que hasta era posible bordarlo. Gracias a estas increíbles hazañas del telar, el traje cotidiano sufrió una condena de la indumentaria ceremonial. Reservado para fiestas, la indumentaria se mantiene como una muestra ostentosa de tela. Con el frente de los pantalones remangado para mostrar el frente del muslo, el estilo recuerda a la indumentaria que se ve en los murales de Bonampak, donde los taparrabos enmarcan la parte superior de la pierna.
En Nuevo Huixtán, una colonia joven de la selva tropical lacandona, los colonos se aferran ferozmente a las tradiciones huixtecas. Las mujeres todavía usan el huipil antiguo que consta de dos paneles de tela, y, una vez puesto, el cuello adquiere forma de V. Las flores de puntos satinados brotan del hilvanado con más abundancia que cuando la gente migró por primera vez a la selva; pero la distribución del huipil no ha cambiado. Casi nadie usa ya ese modelo en Huixtán.
El huipil huixteco ha sido reemplazado por una blusa. El huipil no se arma; para confeccionarlo, se hilvanan dos o tres piezas, o paneles rectangulares. La blusa es una confección europea; la tela se corta para que se ajuste al cuerpo, y se le agrega una pieza adicional para las mangas, posiblemente con una entretela bajo el brazo para facilitar el movimiento. La blusa, por modesta que sea su confección, es conceptualmente distinta del huipil maya, que consta de una pieza única de tela tejida en telar. La blusa moderna de Huixtán se hace a partir del mismo patrón de la blusa tzeltal: un escote ancho rodeado por una tira de bordado y adornos de encaje. Como en los huipiles antiguos, las flores están bordadas en punto satinado y no en punto de cruz. Es la blusa tzeltal expresada en tzotzil.
Otros cambios han sido innovadores. El chal se borda ahora con grandes ramos de flores, y de las costuras de las faldas, que al principio eran sencillas, brotan pequeñas flores exquisitas que algunas veces crecen en espléndidos arreglos florales. En conjunto, el traje huixteco es una expresión alegre de los nuevos tiempos, gracias a los caminos que han facilitado la comunicación con los vecinos tzeltales más al norte y al sur, y no con otros tzotziles situados en la zona más occidental.






El atuendo de la huixteca
Carlota Malpelli Mozzi
Teresa Castelló Yturbide (Pascuala Corona)
Las mujeres usan enredos de tela fabril de algodón azul, hechos con dos lienzos de 60 centímetros de largo cada uno; son tubulares y tienen una circunferencia de dos metros. Para ponérselos, toman la tela con ambas manos y la estiran hacia adelante, doblando por dentro unos 20 centímetros del extremos superior; luego, con muchos pliegues, acomodan el sobrante de cada lado a manera de que el enredo quede liso atrás, con añadidura al frente.
Está sostenido con dos fajas: la primera y más resistente (comprada en Comitán) tiene unos 6 centímetros de ancho, es de lana blanca, café y roja, con dibujos entretejidos semejantes a ojos; la segunda, unida a la otra, es más angosta (dos y medio centímetros), de lana roja con franjas verticales blancas, y sirve como adorno.
El huipil, de dos lienzos mide, desde el hombro, 75 centímetros de largo por 84 de ancho y se mete en el enredo como una blusa. Los pequeños bordados en color rojo y azul, son bastante parecidos a los de la camisa masculina.
Para cargar a los niños, las huistecas usan sabanitas blancas de manta de 75 centímetros por un metro, bordadas con estambre rosa; en el centro hay una cruz, dos pajaritos y alrededor unas grecas.
Se envuelven en un paño de 77 centímetros pro 1.80 metros; es de algodón blanco, con dos franjas azul añil a los lados; en el centro bordan un enrejado con las consabidas guías de calabaza. Esta prenda, que llaman "toca" está tejida en telar de cintura, lo mismo que el huipil e igualmente los trajes de los hombres.
Las mujeres se peinan con raya enmedio y trenzas a la espalda. Aquellas cuyos maridos tienen algún cargo, adquieren el derecho de adornarse con un rodete, que llaman "tlacoyal". Es una cinta tejida en telar de cintura, adquirida en Comitán; es de lana roja con trama azul, de 3 centímetros de ancho por 5.25 metros de largo. Lo doblan a la mitad, parten el pelo enmedio y envuelven luego los dos cabos con los mechones, apretándolos mucho; cruzan el roedte sobre la coronilla y afianzan los dos extremos sobre las orejas, dejando el asa un tanto lacia.
Llevar el tlacoyal significa ser mujer de categoría. Esta prenda solamente se usa en las ceremonias.
El Traje Indígena en México
tomo II, Instituto Nacional de Antropología e Historia, primera edicion
1968, México D.F.






El colorido del pueblo
El camino que desde la Panamericana lleva a Huistán, está bordeado por tupidas matas de nomeolvides, que parecen retazos de cielo caído en la altiplanicie.
Desde la plaza del pueblo, rodeada por las casas de mampostería de los ladinos, se descubren en las laderas las chozas de los nativos.
Pequeños grupos de huistecos observan con curiosidad a todo recién llegado a quien le hacen sentirse como si estuvieran rodeados de "samurais" en una antigua población japonesa.
Desde las plaza del pueblo, cuatro gradas --cubiertas de gujas de pino que perfuman el aire transparente-- suben a la iglesia encalada de blanco. En el interior hay un nicho con una extraordinaria virgen estofada, de acabado muy fino: tiene en sus brazos a un Niño Jesús soñoliento, con los ojos entreabiertos; en las fiestas, cuelga de su mano un rosario de ébando engarzado con plata, hermosa pieza de orfebrería antigua.
En el pueblo no hay mercado semanal. Las tres fiestas principales son: San Isidro, del 14 al 16 de mayo; San Pedro Apóstol, del 27 al 30 de junio y San Miguel Arcángel, el 28 y 29 de septiembre. En éstas, la explanda frente al templo, donde los estraordinarios trajes masculinos pululan en una armonia de blanco y rojo, produce la sensación en encontrarse en una aldea asiática y deja un recuerdo imborrable.